Sí. Tu amor paternal
he
cambiado, sin más,
por
insigne chacal.
De
un padre, no espero
cuchillo
en la espalda
ni,
al cuello, dogal.
Me
caso. Prometo
magnífica
dote
en
contrato nupcial.
Mortal
dividendo
me
obligo a pagarle:
Mi
espíritu vendo.
Termino
cansado
de
oscuras verdades
que
ya no entiendo.
Y
toda semilla
que
tú a mí diste
está
pereciendo.
Bebiendo
a Lilith:
súcubo
atrayente,
perversa
meretriz.
Así, te arroja
fatal
desacato
tu
nuevo infeliz.
¡Sacro
descuidero!
De
mi amor, te vales
al
mínimo desliz.
¡Lombriz
manzanera!,
que
ni, a mi mordisco,
avisas
siquiera.
Me
robas la rosa
de
aquellos rosales;
mas
no, una cualquiera.
Y
tomas mi sangre,
mi
carne, mi ser
y
mi vida entera.
Austera.
Echada.
Sin
previo delito,
la
llevas confiada.
Rechazo
tus luces,
tu
credo, tu cruz
y
mi alma culpada,
pues
ya solo creo
en
humo, en polvo,
en
sombra, en nada.
Iván
Arrillaga Valero.