Y un sol de instante
que abrasa en su fulgor,
ya menor, ya corinto,
mas aún agitado
y que henchido de pujanza
los sofocos supura,
resuelto pero manso
las voces atraganta.
Pétreo a mi mirada,
no me dices, pues sí me intuyes.
Mas aunque en tu soflama
solo nos concentras
como aquello que en tu dominio
osa permanecer,
dame luz y ciégame la vida
o estrangúlame en tu seno para siempre.
Iván Arrillaga Valero